El nombre está bien elegido: “crédito”. Porque a veces, más que una ayuda, parece una amenaza. No es raro que al oírlo, muchos se imaginen al banco apuntándoles con un revólver en forma de comisión.
Las tarjetas de crédito son uno de los productos financieros más extendidos… y también de los más rentables para la banca. No todas son iguales ni funcionan de la misma manera, y entender bien sus diferencias es fundamental para no caer en trampas de deuda difíciles de revertir.
Tipos de tarjeta: no todas son iguales
Aunque coloquialmente se las llame a todas “tarjetas de crédito”, existen al menos tres tipos bien diferenciados:
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Tarjeta de débito: cada compra se carga directamente en la cuenta asociada. Si no hay fondos, el pago es rechazado. Generalmente no tiene coste por uso, aunque puede conllevar comisión de mantenimiento según la entidad.
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Tarjeta de crédito tradicional: permite aplazar el pago de las compras. Durante el mes se acumulan las operaciones y al finalizar se realiza un único cargo. Si el cliente lo desea, puede fraccionar el pago en varias cuotas mensuales, aplicándose entonces intereses.
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Tarjeta revolving: funciona exclusivamente con pago aplazado. No se abona el total gastado al final de mes, sino solo una parte, de forma que el resto queda financiado… con intereses muy altos.
Un producto muy rentable… pero solo para el banco
Las tarjetas de crédito —y especialmente las revolving— son uno de los productos más rentables para las entidades financieras. No requieren grandes recursos por parte del banco y, sin embargo, aplican tipos de interés elevadísimos.
El interés anual efectivo (TAE) puede superar fácilmente el 20%. Aunque la deuda inicial no sea elevada, los intereses compuestos hacen que el coste final se dispare.
Pongamos un ejemplo sencillo:
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Un cliente utiliza 3.000 € con su tarjeta revolving.
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Decide abonar solo 50 € al mes.
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El interés mensual es del 1,8%, equivalente a un 23,14% TAE.
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Al cabo de un mes, su deuda asciende a 3.054 €.
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Tras pagar 50 €, aún debe 3.004 €.
Es decir, después de pagar, debe más que antes. No ha conseguido ni cubrir los intereses.
¿Usura? El Supremo lo cree así
El Tribunal Supremo, en su sentencia del 4 de marzo de 2020, declaró nulo un contrato de tarjeta revolving por considerar usurario el tipo de interés aplicado. Esta decisión marcó un antes y un después en la regulación de este tipo de productos.
Según datos de la Asociación de Usuarios Financieros (ASUFIN), estas son algunas de las tarjetas revolving más caras en España:
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Después Oro (BBVA): 36,34% TAE y 80 € de cuota anual.
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Después (BBVA): 26,37% TAE y 43 € de cuota anual.
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Visa&Go (CaixaBank): 22,42% TAE.
El riesgo silencioso: la falsa sensación de control
El principal problema de estas tarjetas no es solo el tipo de interés, sino la ilusión de control que generan. Las cuotas mensuales son bajas, lo que da la sensación de que la deuda es manejable. Pero mientras tanto, los intereses siguen creciendo.
Este tipo de crédito favorece el sobreendeudamiento progresivo, ya que se financia un consumo que no siempre se puede asumir. Y cuando la situación se complica, muchos recurren a soluciones como la reunificación de deudas, que no es otra cosa que pagar menos durante más tiempo… y acabar pagando mucho más.
Pero de eso hablaremos otro día.