Febrero de 2025 marcó un punto de inflexión en la relación entre Estados Unidos y la Unión Europea. La amenaza de aranceles de hasta un 25 % desató un encendido debate económico y geopolítico. Más que titulares, lo que está en juego son cambios estructurales en la confianza, la estrategia comercial y la estabilidad de los mercados globales. Esto es lo que me dejó reflexionando ese mes… y por qué sigue siendo relevante hoy.
Trump amenaza con aranceles al 25 % y la UE responde con firmeza
El 26 de febrero, Donald Trump anunció un arancel general del 25 % para productos europeos, alegando que la UE fue «formada para fastidiar a Estados Unidos« . La Comisión Europea reaccionó inmediatamente: no solo reprendió la medida como injusta, sino que advirtió de represalias si fuese necesario. Pobres.
Este intercambio marca algo más que escaramuzas comerciales. Es la cristalización de un doble horizonte: por un lado, la presión política interna de Trump y, por otro, la necesidad europea de mantener credibilidad sin caer en la confrontación directa. Es un equilibrio frágil; equilibrar firmeza y negociación será clave para evitar un choque que nadie quiere.
La economía real como variable de negociación
De fondo hay consecuencias económicas muy concretas. Según estudios como los del Instituto Kiel y Bruegel, una escalada arancelaria podría costar hasta un 0,3 % del PIB para la Unión Europea. No es una crisis, pero tampoco es trivial. Y en números macro, es más que suficiente para afectar la confianza empresarial, la inversión y la cotización de sectores industriales clave.
En un entorno en el que los márgenes operativos están bajo presión, ese 0,3 % del PIB no se queda en el cuadro sinóptico. Se traduce en construcción paralizada, exportaciones reducidas, revisiones de presupuestos. Las empresas europeas deben leer estas cifras no como meros informes económicos, sino como señales para replantear su modelo de resiliencia estratégica.
¿De qué depende la paz comercial?
¿Qué camino evitará el escalón hacia la recesión? El diálogo, antes que el derribo recíproco en donde Europa tiene las de perder. Y en ese sentido, los instrumentos legales, la diplomacia comercial y los foros multilaterales pueden marcar la diferencia.
El riesgo más real no está en las cifras de aranceles, sino en el clima que generan. Un clima donde la planificación y la inversión se paralizan por incertidumbre. Por eso, una respuesta europea calibrada puede equilibrar la balanza sin poner al sector productivo en jaque.