¿Por qué sube o baja la bolsa?

En el mundo de la inversión hay una pregunta que se repite una y otra vez: ¿por qué sube o baja la bolsa?

La respuesta depende, sobre todo, del plazo al que nos refiramos. Porque, en realidad, no hay una sola respuesta. Los factores que mueven a los mercados a corto plazo no son los mismos que los que importan a medio o largo.

A corto plazo: ruido e imprevisibilidad

Cuando hablamos de corto plazo (días, semanas o incluso meses), la bolsa es sencillamente impredecible. Las cotizaciones se ven afectadas por una enorme cantidad de factores difíciles de anticipar: elecciones, conflictos geopolíticos, datos macroeconómicos, decisiones de bancos centrales, resultados empresariales, rumores… Incluso una simple declaración en una red social puede mover miles de millones.

En este horizonte de tiempo, la bolsa se comporta más como un termómetro emocional que como un instrumento de valoración racional. Y tratar de predecir hacia dónde se moverá en el corto plazo es casi como jugar a rojo o negro en un casino. No hay método fiable. No hay patrón estable.

A medio plazo: beneficios y expectativas

Sin embargo, cuando el plazo de análisis se amplía (entre 3 y 5 años, por ejemplo), el mercado comienza a comportarse de manera más lógica. El ruido se va desvaneciendo y lo que empieza a pesar de verdad son los beneficios que las empresas generan y las expectativas sobre su evolución futura.

No es lo mismo pagar por una empresa 30 veces sus beneficios que pagar solo 5 veces. Pero lo importante no es tanto el número actual como lo que hay detrás: si la compañía que hoy cotiza a un PER 30 logra duplicar sus beneficios en un par de años, su valoración se ajustará rápidamente. Del mismo modo, una empresa que aparenta estar «barata» con un PER de 5 puede ser una trampa si sus beneficios se reducen drásticamente con el tiempo.

Por tanto, en este horizonte de inversión, las expectativas de crecimiento y la rentabilidad futura de las compañías son los elementos centrales para entender las subidas o bajadas en bolsa.

A largo plazo: beneficios y capitalización compuesta

Cuando miramos aún más lejos —a 10 años vista o más—, la variable que explica el comportamiento de los mercados es una sola: los beneficios. Y, en concreto, el crecimiento sostenido de esos beneficios en el tiempo.

El poder del interés compuesto hace que una empresa que logre crecer sus beneficios al 25% anual pueda multiplicar su valor de forma exponencial, incluso aunque parta de una valoración elevada. Por ejemplo, una compañía que hoy cotiza a un PER de 30 puede parecer cara, pero si mantiene ese ritmo de crecimiento durante una década, pasará a cotizar a PER 3 respecto a los beneficios de dentro de 10 años.

Y eso, aunque el múltiplo de valoración no suba. Solo por el efecto de los beneficios acumulados.

Cuidado con las trampas de valor

Esta lógica también nos advierte de los peligros de invertir solo en función del PER actual. Empresas del sector bancario, petrolero o de telecomunicaciones han cotizado en los últimos años a PER bajos… pero con beneficios decrecientes. El resultado ha sido una rentabilidad mediocre o incluso pérdidas.

A lo que debemos aspirar los inversores es a encontrar empresas capaces de crecer de manera rentable, sólida y predecible. Negocios con visibilidad. Con márgenes estables. Con una ventaja competitiva clara. En definitiva: calidad.

La importancia de la calidad

La inversión en calidad (o quality investing) no es solo una etiqueta. Es una filosofía. Una forma de seleccionar compañías que no solo crecen, sino que lo hacen bien. Empresas que obtienen retornos elevados sobre el capital empleado, que generan flujos de caja sólidos y que son capaces de reinvertir en su propio crecimiento sin deteriorar su rentabilidad.

Eso es lo que verdaderamente multiplica el valor de una inversión con el paso del tiempo.

Por eso, en lugar de perseguir chollos, lo más sensato es construir carteras con empresas que destaquen por su consistencia y su capacidad de generar beneficios crecientes. No se trata de comprar barato. Se trata de comprar bien.

El mercado a corto plazo se mueve por emociones. A largo, por beneficios. Saber distinguir entre uno y otro es la diferencia entre especular e invertir.